Hay ciudades que te atrapan y París es una de ellas, su luz, sus monumentos, el Sena, sus amplias avenidas, sus puentes, … y por encima de todo, los momentos vividos con Silvia, cuando cada segundo esperas que sea eterno.
Nuestra vuelta a París fue diferente por muchos motivos, la prisa de las otras veces que estuvimos allí, se convirtieron en un largo y tranquilo paseo de siete días, por todos los lugares que significan algo para nosotros.
Desde el primer momento, te encuentras con una ciudad accesible, donde existe un gran civismo con las personas con alguna discapacidad.
En cuanto al transporte, lo más adecuado es moverte en guagua, tienen muy buena frecuencia, con transbordos y rutas muy bien planificadas, las aceras están diseñadas para que puedas subirte solo, al quedarte a la misma altura de la plataforma, y en momentos puntuales puedes tirar de taxi, lo recomendable es pedirlo desde el hotel, porque aunque hay muchos, nos costó verlos vacíos, el metro es imposible de utilizar.
Para poder disfrutar del Sena, nos subimos a bordo del Batoux Parisiens, totalmente accesible mediante rampas, estando el embarcadero al lado de la Torre Eifel, pudimos ver sus puentes, monumentos y museos.
Los museos son un gran ejemplo de accesibilidad cultural, son de obligada visita, tenemos entrada gratuita y prioritaria con nuestro acompañante, y los empleados te ayudan en todo.
El museo del Louvre, una de las mayores pinacotecas del mundo, destaca por unir el antiguo palacio real con una controvertida pirámide moderna, con una red de ascensores en todo el museo, pudimos disfrutar de las antigüedades egipcias,romanas, oriente próximo, y pintura italiana desde el siglo13 al 18. Nos pudimos reencontrar con La Gioconda de L. da Vinci, desde que entramos en su sala, repleta de gente, un empleado del museo, con una educación exquisita, nos llevo al cuadro poniéndonos delante de él, sin nadie delante que nos impidiera contemplarlo en toda su belleza. Otro de mis cuadros favoritos de este museo es La libertad guiando al pueblo, de Delacroix.
El Museo de Orsay, es uno de nuestros museos favoritos, se encuentra en una antigua estación de tren, y en el podemos encontrar una excepcional colección de arte del siglos XIX y principios del XX, contando con obras de incalculable valor de grandes autores como Degas, Millet, Manet, Monet, Renoir, Pisarro, Cézanne, Van Gogh, Gauguin, Seurat, Caillebotte, entre muchos otros.
Al Museo de Orangerie, siempre vamos de una manera relajada y sin prisas, para poder disfrutar de las dos salas elípticas donde se exponen las enormes obras de Los Nenúfares de Monet, donde nos sumergimos en un remanso de paz y meditación. Además, en la planta inferior, podemos disfrutar de una excelente colección de pinturas de Cézanne, Renoir, Picasso, Rousseau, Modigliani y Matisse.
Otro Centro Vanguardista de Arte es el Pompidou, 100% accesible por un lateral, puedes ver exposiciones fijas e itinerantes, y disfrutar de las hermosas vistas de París desde la última planta.
Es de visita obligada el barrio de Mont-Matre que aunque parezca inaccesible, hay una guagua que te lleva hasta arriba del todo, y un funicular, pudimos entrar en la iglesia del Sacré-Coeur, ya que tienen acondicionada la parte de atrás para ello, y tomarnos algo, bajo una fina lluvia parisina disfrutando de las vistas desde lo más alto de la ciudad.
París es una ciudad para pasear y disfrutar, por Ópera, el Palais Royal, la Madeleine, la Plaza de la Concordia, el Jardín de Las Tuileries, Notre-Dame, la Torre Eiffel desde los campos de Marte y la visión desde lo alto de Trocadero, y sobre todo por Los Campos Elíseos, con el Gran Palacio y con el Arco del Triunfo al fondo. Siempre nos ha encantado pasear por Sant Germain, menos turístico, y aunque esta vez no fuimos, el Palacio de Luxemburgo con sus jardines.
Disfrutamos viendo los escaparates de las tiendas de lujo, y la gente haciendo cola para entrar y comprar, en las galerías Lafayette tienen tanta demanda, que vimos que tenían una oficina de atención al cliente asiático y grandes colas para comprar bolsos y artículos de lujo de distintas firmas.
Siempre he pensado que es imposible comer mal en París, hay dos normas básicas: comer donde comen los del lugar a donde vayas, y mirar la carta antes de sentarte, siempre recomiendo comer en las Brasseries y descubrimos un antiguo restaurant llamado Chartier (www.restaurant-charier.com), donde disfrutamos con un buen vino, y platos típicos como el confit de pato, caracoles, foie gras, tabla de quesos, deliciosos postres, a un buen precio.
Como lugares inaccesibles, tenemos a partir de la segunda planta de la Torre Eifel, la parte alta de Notre Dame donde están las gárgolas, y la Zona alta del Arco del Triunfo, en el pasado he tenido la oportunidad de verlas, y si van y pueden subir, no se lo pierdan.
Cuando te vas de París, parte de tí se queda allí, nuestro amor quedo unido a un puente en forma de candado, y curiosamente, a la semana, parte de él se desprendió y cayó al río, con él, nuestras almas se sumergieron en el Sena para quedar atrapadas en un torrente de amor eterno…